Fractura de estrés del sacro

El hueso sacro se encuentra entre la columna vertebral y la pelvis, y tiene la forma de un triángulo de base superior y vértice inferior. Se articula con la quinta vértebra lumbar superiormente y con los dos huesos ilíacos mediante la articulación sacroilíaca de cada lado. Al caminar o correr las fuerzas se transmiten desde la pierna hacia el tronco a través de él. Son fuerzas de cizallamiento en cada apoyo monopodal.

Debido a esta ubicación son relativamente frecuentes las fracturas de estrés en las alas sacras, habitualmente en una de ellas, especialmente en corredores de fondo. Se han visto estas fracturas también en pacientes mayores con osteoporosis.

No hay mucha literatura acerca de estas lesiones, al reducirse a un grupo muy específico de población, el corredor de fondo. Como en otras fracturas de estrés, estas lesiones son un continuo desde leves sobrecargas óseas hasta auténticas fracturas que incluso pueden ser completas. Los factores que las favorecen son intrínsecos (alteraciones biomecánicas y de pisada, déficit de vitamina D, amenorrea en mujeres y otros) y extrínsecos (kilometraje total, terreno de entrenamiento, zapatillas, falta de estiramientos, debilidad muscular y otros).

El síntoma principal es el dolor en la región glútea al correr, caminar o estar de pie. A la exploración puede no encontrarse nada anormal, salvo el dolor a la palpación de la zona afectada. La mayoría de las veces el deportista es tratado con fisioterapia de la zona con el diagnóstico erróneo de tendinitis o sobrecarga muscular. Al ser una lesión extremadamente rara fuera del ámbito deportivo, los médicos que no se dedican al tratamiento de corredores es difícil que la sospechen y pidan las pruebas adecuadas para su confirmación.

Estas pruebas complementarias para llegar al diagnóstico son la gammagrafía ósea o la resonancia magnética. Las radiografías simples son casi siempre normales pero conviene realizar una telemetría de los miembros inferiores y/o la columna vertebral, porque discrepancias en la longitud de los miembros (dismetrías) o alteraciones de la columna como la escoliosis pueden ser factores favorecedores de la aparición de la lesión o sus recidivas.

Gammagrafía ósea de corredora de mediofondo de 21 años con fractura de estrés del ala sacra izquierda
Imágenes de resonancia magnética del mismo caso, donde se identifica el edema óseo reactivo y la línea de fractura

La gammagrafía detecta con gran sensibilidad las reacciones de estrés y las fracturas de este tipo, pero no da una imagen detallada de cada caso que si es posible con la resonancia. El diagnóstico diferencial sería con una sacroileitis o una fractura de estrés del hueso ilíaco. La primera es frecuente pero el dolor es de tipo más inflamatorio y menos mecánico. La segunda da la misma clínica y se diagnostica y trata de forma similar, pero es mucho menos frecuente.

El pronóstico es bueno, al ser un hueso esponjoso y una zona de poco movimiento. Debe evitarse la carrera y el caminar demasiado durante un tiempo variable de unas seis a ocho semanas según cada caso y la evolución. Puede realizarse actividad en descarga como bicicleta y piscina. También es importante hacer una terapia ejercicios de estabilización lumbopélvica. La fisioterapia puede añadir también la magnetoterapia. Si clínicamente buena evolución puede empezarse de forma muy gradual a realizar entrenamientos de carrera a pie. La lesión puede controlarse con nuevos estudios de resonancia magnética, que el único inconveniente que tienen es el gasto que conllevan. La mayoría de los deportistas recuperan el nivel previo de entrenamientos en tres o cuatro meses.

 
Imagen de resonancia magnética donde se evidencia claramente la línea negra rodeada de aumento de señal en el ala sacra de atleta con fractura de estrés en evolución

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